La piel constituye el órgano sensorial para el tacto. Los elementos sensitivos de este sentido se hallan en unos puntos de la piel especialmente sensibles, denominados puntos de presión y puntos del frío. Estos puntos se encuentran repartidos por toda la piel del cuerpo humano, variando su densidad según las distintas zonas del mismo.
Las personas mayores poseen un promedio de seis a veintitrés puntos para el frío por centímetro cuadrado de piel y entre cero y tres puntos para el calor. Además se han de contar con unos veinticinco puntos de presión, también por centímetro cuadrado. Gracias a estos puntos percibimos la presión, el calor y el frío, cuyas sensaciones alcanzan a través de los nervios los centros cerebrales correspondientes.
Los puntos de presión se hallan dotados de una sensibilidad extremadamente notable. Gracias a ello, nos es posible notar una presión hasta de un gramo y cuarto por milímetro cuadrado. La sensibilidad de estos órganos barestésicos permite la percepción de cualidades muy diversas.
El análisis sensorial se realiza a través de los sentidos. Para este caso, es importante que los sentidos se encuentren bien desarrollados para emitir un resultado objetivo y no subjetivo. El análisis sensorial de los alimentos es un instrumento eficaz para el control de calidad y aceptabilidad de un alimento, ya que cuando ese alimento se quiere comercializar, debe cumplir los requisitos mínimos de higiene, inocuidad y calidad del producto, para que éste sea aceptado por el consumidor.
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